Chef Nizar, la sombra de lo que llegó a ser

    Primera razón: En Lanzarote prácticamente se puede hacer un viaje al mundo gastronómicamente hablando. Una de las cocinas más aplaudidas por su variedad de ingredientes y su simple ejecución es la libanesa, que tiene en el restaurante Chef Nizar de Arrecife su máximo exponente. Sin embargo, hace tiempo que el prestigio cosechado les ha abandonado dejando sólo la carestía del precio como referencia de la excelencia que un día les acompañó.

    Segunda razón: Uno de los platos más recurrentes al pensar en comida del Medio Oriente es el falafel, pues bien, en el Chef Nizar presentan estas bolas de garbanzo con aspecto carbonizado y con un toque excesivo a pimienta que ni la salsa de yogurt puede despejar del paladar. Más equilibrado está el hummus que se sirve con una buena textura y sabor, pero que contiene muy pocos elementos decorativos. La escasa ración de pan de pita, que ni se sirve caliente, demuestra que la equivocada filosofía de no mimar los detalles les deja en evidencia ante platos tan demandados.

    Falafel demasiado especiado con ensalada de col

    Tercer razón: El Chef Nizar ha tenido siempre la fama de ser un restaurante donde se come buena carne, pero la más clamorosa de las excepciones es el cordero relleno de una especie de pasta de arroz con verduras que resulta más perturbador que cautivador. Acompañado de una salsa insípida y sin personalidad ninguna este plato podría elevarse a la categoría de manjar si estuviera dentro de la dieta de un hospital.

    Dijeron que era cordero, pero se le echaba de menos

    Cuarta razón: Si la elección de la carne fue un bochorno ajeno, el postre no queda exento de críticas, porque la combinación de helados presentados ya derretidos no atraería ni a un perro hambriento.

    Puré de garbanzos, uno de los entrantes más típicos

    Quinta razón: El hecho de que el cuscús sólo se cocine los miércoles y no esté disponible en la carta el resto de los días hace cuestionarse si realmente la cocina del Chef Nizar es capaz de elaborar platos en el momento o los tiene ya precocinados. Su menú degustación es raquítico y soso al igual que su gama de vinos por los que se paga un excesivo peaje atendiendo a su mediocre calidad. En conclusión, si quiere ahorrarse el cabreo de marcharse del restaurante con sensación de que ha pagado gato por liebre, ahórrese la visita a este lugar que ya no es ni la sombra de lo que un día fue.