Lilium, la historia de un flechazo

    Restaurante Lilium en Marina Lanzarote

    * Fotografía de Ramón Pérez Niz.

    Les voy a hacer una confesión; me pasa que cuando me siento a una mesa que huele a recién planchado, extiendo una servilleta bordada y observo el brillo de unos vasos de diferentes alturas y grosores, ya empiezo a salivar.

    * Fotografía de Ramón Pérez Niz.

    Esta asociación de ideas no es casual, porque para mí un mantel de tela es un sinónimo de hogar. De comida hecha con cariño. Por esta razón, cuando se crea una atmósfera de familiaridad en un entorno nuevo, siento la punzada del flechazo.

    Mi último Cupido en este sentido ha sido el chef, Orlando Ortega, un creador de esas atmósferas reconocibles que estimulan los recuerdos. Lo primero que sorprende es verle trabajar tan relajado tras el cristal. En sus platos está el equilibrio que desprende.

    Si Ortega se mueve ligero en la cocina sus platos tendrán aire, dimensión estética, en definitiva, envoltura. Él mismo parece consciente de que sus creaciones son demasiado efímeras. Quizás por eso las dota de tanto cuerpo estético sabedor de que lo bello tarda algo más en borrarse de la mente.

    Orlando tras fogones

    * Fotografía de Ramón Pérez Niz.

    7 islas 7 uvas fue la fórmula elegida para volver al ruedo. Ortega es un cocinero que reconoce que vuela raso sobre los fogones, es decir, es realista y asume que la restauración es un carrusel: arriba y abajo. Dudas y éxitos. Días malos y muy buenos. Por ahora, ha apostado por la tenacidad y se está abriendo un hueco en Marina Lanzarote con su restaurante Lilium, que por cierto, este año cumple su décimo aniversario.

    Con un maridaje homenaje a los vinos de Canarias y con siete propuestas gastronómicas, Ortega retoma las cenas divulgativas, esas que tri-alimentan: cuerpo, conocimiento y relaciones sociales. Para esa puesta de largo eligió como guía al sumiller Iván Mario Reyes, poseedor de una de las narices más codiciadas del Archipiélago. Ambos tripulantes nos organizaron un viaje en siete etapas: El volcán, el mar, el viento, la libertad, el campo, la luz y la felicidad.

    Del océano a la luna hay 7 islas

    Con la ilusión de la aventura elevamos anclas y empezamos a navegar en un mar rojizo. A las pocas millas de zarpar conocimos la carta de navegación junto con los matices reveladores de un Viñarda La Palma Negramoll. Un vino de intensidad frutal que envolvió perfectamente el picante de un trampantojo que Ortega ha bautizado como un chorizo marino hecho con calamar y pimiento.

    Después de la primera sorpresa gustativa, llegó un soplo fresco, gracias al Tajinaste Blanco seco Listán. Este malvasía de la zona sur de Tenerife cogió fuelle y toque ahumado en el paladar cuando el caldo de millo y pichón desplegó sus aromas.

    Con las velas izadas y viento favorable, los tripulantes gastronómicos se afanaban en echar las redes de la conversación, abriendo nuevos horizontes, hasta que sobre la mesa se posó un cherne con crema de caldo tradicional de papas y cilantro que centró toda la atención.

    Lascas-de-cherne

    En ese momento, el mar quedó plano, y el menú entró en un plácido vaivén hasta que en mitad de la travesía se colaron las burbujas de un Malvasía Brut de Bodegas El Grifo que acompañó a un plato fresco y ligero de queso con huevas.

    Geometria-explotar

    Ortega volvió a cambiar el rumbo, buscando un nuevo contrapunto de sabores al combinar una ventresca de atún rojo con berenjenas y nísperos. En la sala de máquinas, el sumiller descorchaba un Agala 1175 (Vijariego) para aumentar la potencia de los motores y llevarnos directamente al descubrimiento de la noche: Un vino de Viñatigo (Baboso).

    Iluminados por el faro de este caldo divisamos ya la costa. Estábamos a punto de llegar al final del viaje. Muchos miraron sus relojes, habían pasado casi 3 horas, pero nadie parecía dispuesto a abandonar el barco.

    Por eso, no parece casual que el postre se pareciera a la luna que hacía horas que había tomado altura en el cielo arrecifeño, y que el malvasía dulce de 16 grados “Paisaje de las Islas”, durara en la copa lo mismo que una estrella fugaz.

    Ortega nos miraba feliz desde su pecera, mientras alguien resumió lo vivido imitando a Colón al extender su dedo y exclamar: “¡Capitán, avistamos Lilium!”.

    Al bajar a tierra sentimos un ligero mareo, pero desapareció en el instante en que volvimos a orbitar en la galaxia Ortega con el último brindis.

    * Iván Mario Reyes es también todo un emprendedor con la Enoteca el Zarcillo en Tarifa Alta (Gran Canaria) y la distribuidora “Vinófilos, más que vinos”.