Este fin de semana nos planteamos una consigna: “Tapear de bar en bar”. La ruta elegida fue La Santa-Famara-Arrecife. El propósito comprobar si sale más barato el peregrinar de restaurante en restaurante comiendo diferentes platos, y también comparar la atención al cliente, el precio y las raciones de 3 locales en unas 4 horas.
13.00 horas
La primera parada fue un clásico de La Santa, el bar “El Quemao”, con un ambiente local y desenfadado que atrae a muchos turistas. Nosotros teníamos clara la comanda: dos botellines y media ración de gambas a la plancha.
* «Santa gamba», aparécete!
Ante la atenta mirada de un perro gigante con lengua kilométrica sentado en la mesa de al lado fuimos descabezando el manjar. Nos marchamos tras pagar 10 euros y mantener una conversación muy productiva con nuestros vecinos de terraza. El perro observador resultó ser un animal terapéutico que trabajaba con niños con problemas.
14:00 horas
La segunda parada tuvo un sentido más sensorial y refinado. “Alma” es la apuesta informal de otro restaurante con mucho estilo situado en La Santa, el “Amêndoa”. Este local de tapeo, donde suena música de jazz mientras comes, guarda un secreto: un patio trasero muy agradable. Aquí nos decidimos por dos tapas: un rosbif de ternera sobre puré de calabaza y mostaza, y por otro lado, un gazpacho con un toque de fresa muy agradable.
* «Alma», el bar tinajero de los pequeños detalles.
También nos pusieron dos panecillos con mojos y unas aceitunas (que no es cortesía de la casa, sino que se paga) y elegimos dos copas de vino de Lanzarote, un Guiguan y un Grifo llamado «Lanzari», que compitieron mano a mano hasta que finamente pitamos el empate. La cuenta fue 20 euros. «¡La cosa va de decenas!», apostilló mi marido al sacar la tarjeta de crédito. Coincidimos en que el ambiente es agradable, la clientela selecta (mayoritariamente turistas de alto poder adquisitivo), los platos están ricos, pero las raciones son de dieta.
14.45 horas
Con el sol apretando en la cumbre celestial llegamos al teleclub de «Famara» donde encontramos una mesa en la terraza y, además, a la sombra lo que nos pareció una buena señal. Expresamente vinimos aquí a comer un pulpo a la plancha que nos habían recomendado y que no defraudó.
* «Don Pulpo» torrado a la plancha.
Las ensaladas y los calamares que vimos pasar tampoco tenían mala pinta. Eso sí, el servicio es de «correspondencia uno a uno», porque algunos camareros hacen un viaje para cada cosa que les pides. ¡Una pena que no usen las bandejas para ser más eficientes! Pero, ya se sabe que a Famara es recomendable ir sin prisas. El baño en la calita del pueblo junto al muelle fue el postre ideal. Por eso no nos extrañó que esta penúltima cuenta fuera de 10 (euros).
16.30 horas
Tras un paseo rápido por La Villa y un intento fallido de sentarnos a tomar un café en la crepería donde tocaba un grupo cubano que atraía hasta a los gatos, decidimos regresar a Arrecife y comprarnos un corazón de hojaldre relleno de bomba calórica (dulce de leche, coco y crema pastelera) en una de las dulcerías más exitosas de la capital, porque casi siempre hay cola.
* No pienses en lo que engorda, sino en lo bien que huele y lo feliz que te hará su latido de hojaldre.
Estos dulces son como un imán para los que suben la cuesta de la calle José Pereyra Galbiaty y olisquean la mantequilla derretida. El chute de glucosa nos costó 1 euro.
PD. La experiencia fue divertida, aunque puede que nos gastáramos algo más de lo esperado. Eso sí, comimos mojo y pan por un tubo e hicimos algún que otro descubrimiento interesante, así que les recomiendo practicar el tapeo-tour.