
El restaurante la Luna es uno de esos lugares comodín, estables y con una esencia ya fraguada en años de servicio. Su estrategia no es inventar, sino hacer que el tiempo se detenga en un ambiente tradicional, reconocible para los lugareños, y atractivo para los curiosos que se adentran por primera vez en la cocina canaria.

Probar una ensalada de “burgaos” (caracolillos de mar) o unas huevas de pescado es posible en este mítico restaurante arrecifeño.

Las propuestas que se nos plantean, en un ambiente sin lujos, pero con carisma (la carta está escrita a mano), son guiños a varias opciones de mar y montaña, con una especial recomendación a todo lo que tenga que ver con el mundo marino. Si bien, siempre resulta muy oportuno probar las pequeñas croquetas con ensaladilla rusa de la casa, las albóndigas o las vueltas de solomillo en su punto.

Desde luego que este rincón es una referencia entre los que añoran la comida reconocible y casera, que si gusta, no defrauda, porque está basada en disfrazar lo menos posible los sabores autóctonos. En la cocina no se hurga el recetario buscando la emoción, sino el sentido del buen comer, basado en la fortaleza de un buen producto.
En la Luna todo lo que se ofrece ni cuenta con parafernalia ni con engalanamientos innecesarios. Desde la sobriedad del camarero, siempre solícito, aunque hay que matizar que sin apenas conversación, hasta la simpleza de unos platos que se componen de lo que indica su enunciado, ni más ni menos. La carta y sus pretensiones son muy terrenales. Por ejemplo, el calamar sahariano a la plancha es uno de los obligatorios a tener en cuenta en este restaurante.

Es verdad, que puede darse la circunstancia de que el propio cocinero salga a ofrecer una variante del plato, si le falta algún ingrediente, pero lo normal es que las elaboraciones estén pensadas para compartir, con unas raciones generosas, y para simplificar la elección con opciones pensadas para el gusto en general. La Luna es el lugar perfecto para hacer un “pica-pica” al estilo conejero.
Los tacos de merluza o bacalao, con una fritura poco grasienta, pero de textura crujiente que deja al pescado tener el papel principal en cuanto a sabor, es otro de los imprescindibles, junto con su atún marinado que es una de las formas más interesantes de probar este pescado azul, al quedar jugoso y aprovechar al máximo sus propiedades.

Durante su época esplendorosa La Luna conformaba un enclave muy frecuentado por la población residente (ahora ha bajado un poco la afluencia, pero sigue siendo un imprescindible) y especialmente conocidas se hicieron sus tostas de salmón o sus calamares a la romana.
El salpicón de marisco también es una alternativa para abrir boca, especialmente, cuando se acompaña del primer sorbo de una cerveza bien fría. No es descartable que este maridaje ayude a abrir un túnel en la memoria que nos lleve directamente a un refrescante baño en altamar.
En cuanto al postre, hay que advertir a los lectores que siempre aparece sobre la mesa un platito con mimos y un pastelito que recuerda a una tarta de Santiago. En definitiva, una entrañable cortesía de la casa que aumenta el grado identitario de este lugar ubicado en las cercanías de la playa del Reducto y el Parque Islas Canarias.
Particularmente, yo siempre que pretendo exigirle cuentas a la cocina tradicional local, me acerco a la Luna y me dejo jalar por su influjo.
Dónde: C/ Pedro Barba, 14, Arrecife (mapa). Cuándo: De lunes a sábados de 19:00 a 22:30. Precio aproximado/comensal: Entre 15-20 €/persona.