Un faro autóctono: Yeray Gil

Yeray Gil Primario Gastrobar en las Cenas de una Noche de Verano del Chiringuito Tropical Lanzarote

    Mar en calma, luna llena en lo alto y el faro de “Pechiguera” incansable, gira que te gira, mostrándose en  tres predecibles ráfagas. Casi la misma escena que con la primera edición de “Cenas de una noche de verano”, pero con la diferencia de que hemos atravesado una buena parte del negro túnel de una pandemia mundial. 

    Afortunadamente, al final de tanta incertidumbre se empieza a vislumbrar la luz, como la de las bombillas de feria del  “Chiringuito Tropical”. Ubicado en en el “sur del sur” de la isla de Lanzarote (Playa Blanca). En el rincón donde el faro relincha silencioso, y a la vez, amplía su presencia hasta Fuerteventura, se erige perenne un limbo en el paseo costero. Decorado con modestia, pero capaz de demostrar que tiene más duende del que aparenta.  

    Un apartadero modesto y familiar, con el que un turista se tropieza generalmente por casualidad, pero al que recalan muchos residentes por costumbre. 

    El “Chiringuito Tropical” es la casa de Luis, pero todos se sienten gratamente acogidos. Él se preocupa de dejar los fogones para comprobar  el termómetro de satisfacción de cada mesa. Siempre amable y atento al feedback. Más escuchante que hablador. Receptivo y generoso en sus invitaciones de fidelización con su ensalada de tomates (crazy) de bienvenida y la sandía (unbelievable) de despedida. 

    Pues bien, en esa atmósfera ilusionante por volver a un lugar especial, y en la coyuntura de una de las ofertas gastronómicas  más personalistas de Luis (consistente en dar cobertura a unos cuantos de los mejores chefs de la Isla con menús degustación) nos plantamos en este peculiar rincón insular. 

    Yeray Gil. Cenas de una Noche de Verano. Fotografía: Usoa Ibarra.

    Yeray Gil, propietario de Primario Gastrobar (ubicado en Marina Rubicón-Playa Blanca), inauguró la segunda edición de “Cenas de una noche de verano” en el Chiringuito Tropical. Antes de empezar a emplatar, se atrevió con el micrófono, y dejó muy claras sus credenciales: el producto local lo rige todo en mi cocina

    La significación sensitiva de sus palabras empezó a entenderse cuando hizo acto de presencia el tomate manzana negra de Lanzarote (que para quien no lo conozca es como el diamante de la tierra del rofe), y a esa lengua vivaracha, de color bermellón y sabor inolvidable, se le ocurrió ponerle un piercing de tapenade de pejines que hizo más divertido el bocado. Ese contraste ya me dio pistas de que al chef inaugural de la segunda edición de “Cenas de una noche de verano” le gusta  jugar con los sabores, las texturas y los contextos. 

    Otro de los platos de la Cena de una Noche de Verano de Yeray Gil. Fotografía: Usoa Ibarra.

    Abrazando ese primer sabor tan autóctono, llegó el atún en tempura, que se consumió tan fugazmente como las notas del saxofón que amenizaban la velada. El bocado se lo llevó el viento. ¡Quiero más! 

    El saxofonista tocaba y tocaba, el vino caía y caía, la luna subía y subía. Aparece el segundo plato en escena. Yeray Gil se quita el antifaz: zamburiñas con morcilla dulce y mojo. Tengo que reconocer que leída esta propuesta sobre el papel me provocó rechazo. Me crié en la escuela de que si un producto de por sí ya tiene un sabor identitario es mejor no experimentar con él.

    Aún así, me sorprendió gratamente la propuesta de que canela y mar se pudieran dar la mano. Ahora bien, una zamburiña simplemente marcada a la plancha siempre será medalla de oro para mí.   

    Ajeno a las preferencias de los comensales, Yeray seguía concentrado en su carrera de fondo. Y como la niebla que envuelve al Risco de Famara, en su tercer plato, nos comió él a nosotros. Su técnica envolvente consistió en un  gazpacho de aguacates y piparra con caballa. ¡Oh, my God! Así es como defino este plato que me llevó de viaje hasta mi tierra vasca. Dice él que se inspiró en sus tardes de fútbol y encurtidos.  Desde luego que lo que probé fue un gol por toda la escuadra. Un tanto meditado, con empuje, y a la vez dibujando una curva suave de sabor hasta quedar totalmente enganchado en la red. Mi añorada “piparra” fue su mejor mediocampista para sumar puntos. 

    Con el quinto plato ya me quedó claro que Yeray Gil había subido del todo el telón y estaba dispuesto a cantar en Broadway. Lo demostró con un saam de cochino negro con gamba roja y chutney de piña que se dejó querer en dos mordiscos. Creo que me sería muy fácil decidir qué plato no perderme nunca de su carta en Primario Gastrobar. 

    Saam de Cochino Negro. Fotografía: Usoa Ibarra.

    912-Actitud, el vino de Ribera del Duero, que tuvo como misión abrazar los platos que iban saliendo, se hizo especialmente protagonista con el conejo al salmorejo con pudín de yorkshire. Con este plato sí me volvería muy localista o nacionalista: yorkshire sobraría ante una salsa (de abuela) y un conejo (local) tan sabrosos. 

    912-Actitud, el vino de Ribera del Duero. Fotografía: Usoa Ibarra.

    Y con respecto a los postres, me he dado cuenta de que tendré que ir al psicólogo, porque me gusta más que me den calabazas (especialmente cuando las diversifican entre pepitas, helado y tarta de calabaza) que aguantar a un estático mousse de gofio y plátano, aunque tenga piedras de chocolate blanco.  

    En resumen: ¡Qué suerte la mía por tropezarme con Lanzarote3.com, Chiringuito Tropical y Primario Gastrobar! Yo sé qué faro seguiré cuando me aprieten las ganas, ¿y tú?

    PD: Especial mención a los camareros que nos atendieron con mucho cariño, y al jefe del “cotarro”, Luis, que una vez más demostró que ama y respeta la cocina y al producto local.